TÍN EL ARLEQUÍN
Ni abogado, ni actor, ni bailarín,
lo que Tín quería era ser arlequín.
Así en cumpleaños, Navidad y Halloween,
Tín pintaba su cara de blanco y carmín.
Rombos y cuadrados, telas coloridas,
dos zapatos grandes y medias raídas,
un sombrero alto, unos guantes blancos,
el ajuar completo de este saltimbanco.
Salía a la calle a distraer señoras,
a asombrar niños, a pasar las horas.
Trucos, malabares, risas y alegrías
para Tín eran los mejores días.
Y aunque en su casa nadie creía
que pudiera hacer de ese oficio su vida,
Tín sin parar de arlequín se vestía,
y sólo así feliz se veía.
EN VERANO
Como cada día a las ocho y media,
mamá tocó y luego abrió la puerta,
-Levántate, es hora, el día comienza-
dijo suavemente y tomó mis medias.
-Mira que día el que hace allá afuera,
es hora que salgas y juegues con Eva.
Llegó hace un rato y ya comió galletas,
así que arriba sin hacer más fuerza. -
- No dejes a Eva esperando abajo,
lávate los dientes y come un bocado.
Ponte tus zapatos y péinate un poco
y antes de salir límpiate los ojos.
Mamá me despierta siempre muy temprano,
porque sabe que a mí me gusta el verano,
salir a acampar, a montar bicicleta
a subirme a un árbol, a elevar cometa.
Y aunque es cierto, me gusta dormir,
no hay porque discutir,
pues una vez afuera con mi amiga Eva
me divierto más que si aun durmiera.
Así que a diario bajo sin problemas,
me tomo el remedio y saludo a Eva,
un beso a mamá, abrazo a la abuela,
balón, bicicleta, cauchera y afuera.
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